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De pueblos, olvidos y rosarios: una mirada a tres comunidades rurales en Jalisco

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¿Qué se encuentra al final de esos largos caminos de terracería que se desprenden por los bordes de las autopistas y parecen nunca terminar? La respuesta se encuentra en los pueblos olvidados, donde las carencias rebasan el folclor y la tradición.

     Luego de haber visitado distintas comunidades marginadas de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), como parte del proyecto de investigación interinstitucional e internacional de la Universidad del Valle de Atemajac (Univa), coordinado por la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC), cuyo objetivo es exponer las prácticas de supervivencia económica de los pobres, a partir de su propia interpretación de la pobreza, para fortalecer un enfoque de economía humana y solidaria acorde a la propuesta del pensamiento social de la Iglesia Católica, visitamos algunas comunidades rurales del estado; poblados que se asemejan más a los lugares descritos por Juan Rulfo en El llano en llamas, que a la realidad contemporánea que se nos presenta comúnmente de la vida rural de nuestro país, donde son publicitados Pueblos Mágicos, artesanías y tesoros naturales.

     A continuación se describen tres de las poblaciones más representativas de aquellas visitadas por el equipo de investigación de la Univa.

Atemajac de Brizuela

Atemajac de Brizuela se encuentra a sólo 40 minutos de Tapalpa, sin embargo, este pueblo no recibe un alto número de turistas que llenan sus calles empedradas, restaurantes y cabañas; lo más probable es que la mayoría no conozca su existencia.

     Al entrar a Atemajac de Brizuela recibes la impresión de que la vida ahí es tranquila y próspera; las casas de adobe adornan sus calles rústicas con olor a pino y la iglesia frente al kiosco tiene un interior reluciente, decorado con guirnaldas de alcatraces que cuelgan a un lado de las bancas; no obstante, a sólo unos minutos de la plaza central, se empieza a notar la miseria.

     En la mayoría de los hogares sólo trabaja el jefe de familia, casi todos los jornaleros que viven del campo o la tala de árboles, recibiendo un pago de entre 160 a 200 pesos por día, aunque hay semanas en las que sólo trabajan un máximo de tres días, dependiendo de las necesidades del patrón.

     Las esposas se quedan en casa, atendiendo el hogar. La señora Elvira es una de estas mujeres, ella tiene artritis, por lo cual las actividades que puede realizar se ven limitadas, y debido al bajo ingreso con el que cuentan en su familia, no le es posible comprar las medicinas necesarias para atender su situación. El dolor se agrava día tras días, en algunos momentos es más intenso que en otros; Elvira se ha realizado estudios y sabe exactamente lo que necesita, pero simplemente ha perdido la fe en poder adquirir los medicamentos y tratamientos.

     Desde su fogón, pasa sus días haciendo milagros con los pocos alimentos que puede obtener, angustiada por el futuro de sus hijas, la incertidumbre laboral de su esposo y el alto consumo de alcohol de su hijo.

     El viarucis de Elvira es la realidad de la mayoría de las mujeres de este pueblo. La enfermedad, la escasez de oportunidades laborales y la falta de centavitos, son el pan de cada día de estas madres y esposas.

Telcruz

En tierra de nadie, olvidado en la sierra que colinda con el estado de Colima, llegamos a Telcruz, lugar donde sus habitantes se alimentan principalmente de tortillas y frijoles, utilizan medicina prehispánica, donde hay cuatro o cinco calles áridas y libres de color, y los dos o tres “ricos” son familiares de migrantes que marcharon a Estados Unidos.

     La gente vive de la cosecha, siembra maíz, pero la mayoría se destina al autoconsumo de la localidad, no lo venden al exterior.

     En Telcruz abundan animales domésticos como perros desnutridos y gallinas desplumadas; resaltan en los rostros de las personas los rasgos de sus antepasados indígenas y es notoria la ausencia de gente joven, dos señores de la tercera edad nos informaron que muchos perdieron a sus hijos en una epidemia de sarampión que hubo hace 20 años, que fue poco controlada por la falta de médicos en el pueblo.

     La precariedad económica es tan notoria que incluso los artículos que se pueden consumir son altamente limitados. El único tianguis que puedes encontrar arriba una vez al mes desde Guadalajara y las tiendas de abarrotes venden lo más básico de lo básico, incluso encontrar ciertos productos como pimienta o pan de barra es difícil, y es más fácil encontrar caguamas que agua embotellada en los refrigeradores.

     Una peculiaridad que nos encontramos en este lugar fue su producción de café, pero dada la dificultad para llegar, no existe el suficiente conocimiento de esta actividad, por lo que no hay inversión que la impulse y su comercialización es muy limitada, impidiendo la consolidación de una actividad económica que podría cambiar el rumbo de su población.

     Telcruz es el paisaje de la desolación, donde la costumbre es no tener nada y esperar a que algún día las cosas mejoren es parte de la rutina. No obstante, dentro de esa rutina, sus habitantes -la mayoría nacen y mueren ahí- dicen ser felices.

La Ribera

Justo al borde de la frontera con Michoacán, se encuentra el pueblo de La Ribera, lugar que se podría autonombrar la fábrica de rosarios de Jalisco. Todas las mujeres del pueblo son enseñadas desde niñas a elaborar rosarios, más que una tradición o un rito, es una actividad de supervivencia económica.

     Caminando por La Ribera puedes observar a niñas, mujeres y ancianas fabricando con sus manos estos objetos religiosos, sentadas en sillas de plástico frente a sus casas o en el pasto, entre vacas y arbustos. La elaboración de cada rosario les toma aproximadamente una hora, dependiendo de la destreza de su fabricante.

     El problema es que ellas no los venden. Sus patrones les proveen el material, ellas los hacen y éstos son vendidos en otros lugares del estado o del país. Los rosarios son su orgullo, su arte y su único medio para ganarse la vida.

     Lamentablemente, lo que une a estos tres pueblos va más allá de su geografía e idioma. La falta de empleo, el alcoholismo entre los hombres, las carencias y el olvido son las características que los hacen parecer en muchos aspectos el mismo lugar.

     Adentrarse en estas comunidades y platicar con quienes las habitan es retratar el México rural que pocos conocemos o quizás no queremos conocer.

Por Roberto Arturo Verduzco Free

Jefe de Investigación Institucional de la Univa

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